En este 2013 no pueden estar ausentes los cuentos de Nico Cortés en Sportmediasalta por eso hoy compartimos: "La olla del miedo". Disfrutalo.
“Tirala
a la olla, tirala que no queda otra”… retumbaba en los ecos. Ya no quedaba
tiempo, en realidad, el tiempo permitido estaba caducando. El resultado del
juego decía que mi equipo, el de camiseta negra, el Club Atlético Central Norte,
perdía uno de esos partidos insólitos. De esos que decís, con estos no podemos
perder. A este equipo le llenamos la canasta de goles. Son esas situaciones
donde nosotros estúpidos humanos, nos creemos superior al vecino de enfrente,
sin saber que respiramos el mismo aire. Y que a pesar de esa convicción,
recurrimos al método mas austero y temeroso de sacarse al responsabilidad ante
una situación limite.
“Tirala a la olla”, no dejaba se de ser el
mensaje mas mediocre y tedioso que podía escuchar. Era un puñado de miedos y
una mochila inmensa,vacía y sin sabor. Sin nada de ideas, sonámbula de
imaginación, carente de recursos. Yo seguía con la idea de esperar algo. Algo,
como explicarlo. Quiero decirles que desde que me levanté ese día, esperando ver
a mi equipo preferido, yo aguardaba ver un gesto diferente. De cualquiera. Si
era un futbolista mejor. Digo que mas que tirarla a la olla, o que sea lo que
sea, imaginaba llenarme los ojos de alguna obra artística.
De malo a paupérrimo el juego, pase a buscar
en la hinchada, algún movimiento creativo. Algo que me pudiese llevar a casa y
tomar un mate cebado recordando aquel hecho. Pero no había caso, porque de las
gradas solo se veían personajes saltando sin mirar el partido y pidiendo a los
protagonistas mas coraje que razón. Mas fuerza que inteligencia. Permutaban a
gritos, demolición por construcción.
Y la olla se llenaba de basura sin sentido.
Llovían los centros, pelotazos frontales tan intrascendentes como estar de
novio vía internet. Los tiros de esquinas se festejaban como penales y cada
barrida frente a un rival, eran taco y sombrero.
Yo no les pedía, jugadores, flores y música
clásica. Tan solo esperaba un poco de las agallas del verdadero artista. Ese
que cuando vienen las malas, la pide en silencio. Que cuando nadie la quiere,
el la abraza y que mientras todos la tiran a la olla, el la cobija a fuego
lento. Yo les pedía jugadores, con todo el respeto que se merece, un poquito de
azúcar para salar la carne. porque cuando el asado se quema, nadie quiere ser
asador. Yo les pedía, el valor de los grandes, que cuando vienen las vacas
flacas, toma el timón y se encarga de la situación pase lo que pase. Pero por
sobre todas las cosas, sin tirarla a la olla.
El partido ya había finalizado. Solo que
daban algún hinchas sacando algunas banderas. El canchero que pateaba algunas
piedras para ver si algo entraba en ese bendito arco. Y en la tribuna estaba
yo. Precisamente estaban mi imaginación, y yo. Esperando algo. Como cuando vas
al cine y esperabas algo mas de la película. Te quedas preguntándole a la
butaca si esto era todo. Y decís, ¿a estos actores les depositan por hacerlo de
cualquier manera?¿Y que hay de Brando por no decir Platini o de Darin por no
decir Riquelme?Y si. Es lo que hay me decía con resignación la imaginación.
Me termine yendo con ella. Me decía que
pensemos en una linda olla. Que preparábamos uno de esas pastas que te dejaban
respirando con el bidé. Y que le tirábamos rabonas, que salíamos jugando y se
la poníamos al pie. Que jugábamos siete veces corta y una larga. Que los
centros eran pases y los goles caricias. Claro, la mesa ya estaba lista, la
tirábamos a la olla, pero antes, mucho antes de tirarla, la amasábamos. Así
como las abuelas de antes, sin temor, sin dudas, antes de tirarla a la olla, la
amasábamos.
Por Nico Cortés.-
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